jueves, 24 de mayo de 2012

Errico Malatesta - “Piotr Kropotkin: Recuerdos y criticas a un viejo amigo”



Publicado en Studi Sociali 15 de abril de 1931.
PETER KROPOTKIN es sin duda uno de los que mas ha contribuido- tal vez más incluso que Bakunin y Elisée Reclus- a la elaboración y propagacion de la idea anarquista. Y tiene por lo tanto bien merecido el reconocimiento y la admiración que todos los anarquistas sienten por el.
Pero en homenaje a la verdad y en el mayor interés de la causa, uno debe reconocer que su actividad no ha sido todo totalmente beneficiosa. No fue su culpa; al contrario, fue la misma eminencia de sus cualidades la que dió origen a los males que me estoy proponiendo discutir.
Naturalmente, Kropotkin al ser un mortal entre mortales no pudo evitar en forma continua el error y abrazar la verdad absoluta. Uno debe sentirse por lo tanto beneficiado por su inestimable contribución y la continuación de la búsqueda que conduce a nuevos avances. Pero sus talentos literarios, la importancia y el volumen de su produccion, su actividad infatigable, el prestigio que llego a él como consecuencia de su reputación como un excelente científico, el hecho de que hubo de renunciar a una posición privilegiada para defender, a costa del sufrimiento y el peligro, la causa popular, y además la fascinación de su personalidad que determino la atención de aquellos que tuvieron la dicha de encontrase con el, le hicieron adquirir una notoriedad y una influencia tal que aparecio, y en gran medida realmente lo fue, como el maestro reconocido de la mayor parte de los anarquistas.
Como resultado de lo cual, la crítica se desanimó y el desarrollo de la idea anarquista fue detenido. Durante muchos años, a pesar del espíritu iconoclasta  y progresista de los anarquistas, la mayoría de ellos en lo que se refiere a la teoría y la propaganda, no hizo más que citar el estudio de Kropotkin. El expresarse de una manera diistinta a como él  lo hizo fue considerado por muchos compañeros, casi como una herejía.
Por lo tanto, sería oportuno someter la enseñanza de Kropotkin a un analisis cerrado y critico, a fin de separar lo siempre vivo y real de lo que penso en tiempos más recientes y que la experiencia ha demostrado erróneo. Una cuestión que no sólo afecta a Kropotkin, ya que los errores que uno puede culparle por haber cometido ya se profesaban por los anarquistas antes que Kropotkin adquiriera su lugar eminente en el movimiento: el los confirmó y luego los hizo sumandoles el peso de su talento y su prestigio; pero cada uno de los viejos militantes, o casi todos, tenemos nuestra parte de responsabilidad.
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Al escribir ahora acerca de Kropotkin no tengo la intención de examinar sus enseñanzas. Sólo quiero grabar algunas impresiones y recuerdos, lo que puede en mi opinión, servir para dar a conocer mejor su estatura moral e intelectual, así como comprender más claramente sus cualidades y sus defectos.
Pero antes de nada voy a decir unas pocas palabras que vienen del corazón porque no puedo pensar en Kropotkin sin ser movido por el recuerdo de su inmensa bondad. Recuerdo lo que hizo en Ginebra en el invierno de 1879 para ayudar a un grupo de refugiados italianos en una situación desesperada, entre ellos yo mismo, me acuerdo de las pequeñas atenciones, que yo llamaría maternales, que me otorgó cuando una noche en Londres al ser víctima de un accidente fui a llamar a su puerta; recuerdo las innumerables acciones para todo tipo de gente, recuerdo el ambiente cordial con los que le rodeaban. Porque él era una persona muy buena, de esa bondad que es casi inconsciente y necesita volver a vivir todo el sufrimiento y estar rodeado de sonrisas y felicidad. Uno podria haber dicho sin siquiera conocerlo que el era una persona realmente buena; en cualquier caso, no le gustaba que alguien haga esto, y se ofendió cuando yo escribi en un artículo en ocasión de su cumpleaños numero 70  que su bondad era la primera de sus cualidades. Más bien se jactaba de su energía y su valentía, tal vez porque estas cualidades se habían establecido en y para la lucha, mientras que la bondad era la expresión espontánea de su naturaleza íntima.
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Tuve el honor y la buena fortuna de estar durante muchos años vinculado a Kropotkin por la más cordial amistad.
Nos amamos, porque nos sentimos inspirados por la misma pasión, por las mismas esperanzas … y también por las mismas ilusiones.
Ambos nos mostramos optimistas por el temperamento (creo sin embargo que el optimismo de Kropotkin supero por mucho el mio y, posiblemente, haya surgido de una fuente diferente) y veíamos las cosas con gafas teñidas de color rosa, ¡ay! Todo era demasiado prometedor- entonces se esperaba, y  más que hace cincuenta años, una revolución que se haria en el futuro inmediato y que introduciria  nuestra sociedad ideal. Durante estos largos años hubo períodos de dudas y desaliento. Recuerdo una vez que Kropotkin me decía: “Mi querido Errico, me temo que  estamos solos, tú y yo, en la creencia de una revolución que yace cerca de nuestras manos “. Pero fueron pasando los estados de ánimo, y muy pronto volvió la confianza; entonces explicamos las dificultades existentes y el escepticismo de los compañeros y seguimos trabajando y esperando.
Sin embargo, no hay que pensar que en todas las cuestiones hemos compartido las mismas opiniones. Por el contrario, en muchos  estábamos muy lejos de estar de acuerdo, y casi cada vez que nos encontrabamos hemos tenido debates ruidosos y acalorados, pero como Kropotkin siempre estaba seguro de que la razón estaba de su lado, y no podía sufrir con calma estar en contradicción  y, por otro lado, teniamos un gran respeto por su erudición y una profunda preocupación por sus precarias condiciones de salud, estas discusiones siempre terminaban por cambiar de tema para evitar la excitación excesiva.
Pero esto no suponía un peligro para la intimidad de nuestra relación, porque nos amamos, y porque colaboramos sentimentalmente  y no por razones intelectuales. Cualesquiera que hayan sido nuestras diferencias en la interpretación de los hechos o en los argumentos por los que justificabamos las medidas, en la práctica queríamos las mismas cosas y estabamos motivados por el mismo sentimiento intenso hacia la libertad, la justicia y el bienestar de toda la humanidad. Por lo tanto, podiamos avanzar en  conjunto.
Y, de hecho, nunca hubo desacuerdos graves entre nosotros hasta ese día de 1914, cuando nos enfrentamos por una cuestión de conducta práctica de importancia capital para los dos: el de la actitud a adoptar por los anarquistas hacia la guerra. En esa ocasión, las viejas preferencias de Kropotkin para todo lo que es ruso y francés se despertó y exacerbo en él, y se declaró un entusiasta partidario de la Entente. Parecía olvidar que él era un internacionalista, socialista y anarquista, se olvidó de lo que él mismo había escrito sólo un corto tiempo antes de la guerra que los capitalistas se estaban preparando, y comenzó a expresar su admiración por los peores aliados estadistas y generales, y al mismo tiempo trato de cobardes a los anarquistas que se negaron a unirse a la Unión Sacre, lamentando que su edad y su mala salud le impidió tomar el fusil y marchar contra los alemanes. Es imposible, por tanto, estar de acuerdo con el: para mí era un caso verdaderamente patológico. De todos modos fue uno de las más tristes y dolorosos momentos de mi vida (y, me atrevo a sugerir, también para él) cuando, después del más enconado debate, nos despedimos como adversarios, casi como enemigos.
Grande fue mi pesar por la pérdida del amigo y por el daño hecho a la causa como consecuencia de la confusión que se creo entre los compañeros por su deserción. Pero a pesar de todo, el amor y el aprecio que sentía por el hombre quedaron intactos, al igual que la esperanza de que, una vez que el momento de euforia asi como su propia perspectiva haya pasado, admitiria su error y volveria al movimiento el Kropotkin de antaño.
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Kropotkin era al mismo tiempo, un científico y un reformador social. Él fue inspirado por dos pasiones: el deseo de conocimiento y el deseo de actuar por el bien de la humanidad, dos nobles pasiones que pueden ser mutuamente útiles, y que a uno le gustaría ver en todos los hombres, (sin ser, a todo esto, uno a la vez o uno al mismo al tiempo). Pero Kropotkin era una personalidad eminentemente sistemática y quería explicarlo todo con un principio, y reducirlo todo a la unidad y, a menudo, lo hizo, en mi opinión, a expensas de la lógica.
Así, el utilizo la ciencia para apoyar sus aspiraciones sociales, porque en su opinión, estas eran simples deducciones científicas rigurosas.
No tengo ninguna capacidad especial para juzgar a Kropotkin como científico. Sé que él en su juventud rindio servicios notables a la geografía y la geología, y aprecio la gran importancia de su libro sobre la ayuda mutua, y estoy convencido de que con su vasta cultura e inteligencia noble, podría haber hecho una mayor contribución a el adelanto de las ciencias si sus pensamientos y actividad no huibiera sido absorbida en la lucha social. Sin embargo, a mi parecer él carecía de ese algo que hace a un verdadero hombre de ciencia; la capacidad de olvidarse de las aspiraciones y las ideas preconcebidas y observar los hechos con fria objetividad. Parecía ser lo que yo diría con mucho gusto, un poeta de la ciencia. Por una intuición original, podría haber logrado prever nuevas verdades, pero estas verdades habrian tenido que ser verificadas por otros con menos, o nada de imaginación, pero mejor equipados, con lo que se llama el espíritu científico. Kropotkin era demasiado apasionado para ser un observador preciso.
Su procedimiento normal fue empezar con una hipótesis y luego buscar los hechos que la confirmaban-lo que puede ser un buen método para descubrir cosas nuevas, pero lo que ocurrió, y sin querer, fue que no veía las que invalidaban su hipótesis.
No se atrevía a admitir un hecho, y muchas veces ni siquiera lo consideraba, si no hubiera conseguido explicarlo primero, es decir encajarlo en su sistema.
Como ejemplo voy a relatar un episodio en el que yo jugue un papel:
Cuando estaba en la Pampa argentina (en los años 1885 a 1889), leí algo sobre los experimentos en la hipnosis por la Escuela de Nancy, que era nuevo para mí. Yo estaba muy interesado en el tema, pero no tuve oportunidad en el tiempo para averiguar más. Cuando yo estaba de regreso en Europa vi a Kropotkin en Londres, y le preguntó si él podía darme alguna información sobre la hipnosis. Kropotkin negó rotundamente que hubiera alguna verdad en ella; que toda ella era una falsificación o una cuestión de alucinaciones. Algún tiempo después volví a verlo, y la conversación volvió una vez más en el tema. Para mi gran sorpresa me encontré con que su opinión había cambiado por completo, los fenómenos hipnóticos se había convertido en un tema de interés que merece ser estudiado. ¿Qué había sucedido entonces? ¿Se había enterado de  nuevos hechos o había encontrado pruebas convincentes de lo que había negado previamente? No, en absoluto. El, simplemente, habia leido en un libro, por no sé que fisiólogo alemán, una teoría sobre la relación entre los dos hemisferios del cerebro que podría servir para explicar, bien o mal, los fenómenos de la hipnosis.
En vista de esta predisposición mental que le permitió acomodar las cosas a su gusto en cuestiones de ciencia pura, en la que no hay razones por las que la pasión debe confundir la inteligencia, se podria prever lo que ocurriría en aquellas cuestiones que íntimamente se referían a sus más profundos deseos y sus más caras esperanzas.
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Kropotkin adhirio a la filosofía materialista que prevaleció entre los científicos en la segunda mitad del siglo XIX, la filosofía de Moleschott, Buchner, Vogt y otros, y por consiguiente, su concepto del Universo fue rigurosamente mecanicista.
Según su sistema, la Voluntad(Will) (una fuerza creadora, cuya fuente y  naturaleza no podemos comprender, como, asimismo,  no entendemos la naturaleza y la fuente de la “materia” o de cualquiera de los otros “primeros principios”)-como decía , la Voluntad, que contribuyó mucho o poco en la determinación de la conducta de los individuos y de la sociedad, no existe y es una mera ilusión. Todo lo que ha sido, es y será, desde el camino de las estrellas al el nacimiento y la decadencia de una civilización, desde el perfume de una rosa a la sonrisa en los labios de una madre, desde un terremoto a los pensamientos de un Newton, desde la crueldad de un tirano a la bondad de un santo, todo lo que tiene, debe, y quiere producirse es resultado de una inevitable secuencia de causas y efectos de origen mecánico, que no deja ninguna posibilidad de variedad. La ilusión de la Voluntad es en sí un hecho mecánico.
Naturalmente, si la Voluntad no tiene ningún poder, si todo es necesario y no puede ser de otra manera, entonces las ideas de libertad, justicia y responsabilidad no tienen ningún significado, y no tienen ninguna incidencia en la realidad.
Por lo tanto, lógicamente, todo lo que podemos hacer es contemplar lo que está ocurriendo en el mundo, con indiferencia, placer o dolor, en función de los sentimientos personales, sin esperanza y sin la posibilidad de cambiar nada.
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Así que Kropotkin, que fue muy crítico con el fatalismo de los marxistas, fue él mismo víctima del fatalismo mecanicista, que es mucho más inhibidor.
Pero la filosofía no podía matar a la Voluntad de gran alcance que se encontraba en Kropotkin. Estaba demasiado profundamente convencido de la verdad de su sistema para abandonarlo o mantenerse pasivo mientras otros lo ponian en duda; era demasiado apasionado, y muy deseoso de libertad y justicia para ser detenido por la dificultad de una contradicción lógica, y dejar la lucha. Persuadio el dilema introduciendo el anarquismo en su sistema y convertiendo a este en una verdad científica.
El trataria de confirmar su punto de vista al sostener que todos los descubrimientos recientes en todas las ciencias, desde la astronomía directamente a la biología y la sociología coincidieron en demostrar cada vez más claramente que la anarquía es la forma de organización social que se impone por leyes naturales.
Se podría haber señalado que independientemente de las conclusiones que pueden extraerse de la ciencia contemporánea, es un hecho que si los nuevos descubrimientos fueran a destruir las creencias científicas actuales, habría seguido siendo un anarquista, a pesar de la ciencia, tal como era un anarquista a pesar de la lógica. Pero Kropotkin no habría sido capaz de admitir la posibilidad de un conflicto entre la ciencia y sus aspiraciones sociales y siempre ideaba el medio, no importa si era lógico o no, para conciliar su filosofía mecanicista con su anarquismo.
Así, después de haber dicho que ” La anarquíaes una concepción del universo basada sobre una interpretación mecánica de los fenómenos, que abarca todas las sociedades, incluida la vida de las sociedades ” (Confieso que nunca he logrado entender lo que esto podría significar) Kropotkin olvidaba su concepto mecanicista como un asunto sin importancia, y se lanzaba a la lucha con el fuego, el entusiasmo y la confianza de quien cree en la eficacia de su voluntad y que espera por su actividad obtener o contribuir a la consecución de las cosas que quiere.
En realidad el anarquismo y comunismo de Kropotkin eran mucho más la consecuencia de su sensibilidad que de la razón. En él, el corazón habla primero y  la razón lo sigue para justificar y reforzar sus impulsos.
Lo que constituyo la verdadera esencia de su carácter fue su amor a la humanidad, la simpatía que sentía por los pobres y los oprimidos. Él sufrió realmente por los demás, y encontró a la injusticia intolerable, incluso si operaba en su favor.
En el tiempo en que frecuentaba con él en Londres, se ganaba la vida colaborando en revistas científicas y otras publicaciones, y vivía en circunstancias relativamente cómodas, pero sentía una especie de remordimiento por haber sido mejor que la mayoría de los trabajadores manuales y siempre parecía querer disculparse por las pequeñas comodidades que podía permitirse. Decía con frecuencia, al hablar de sí mismo y de quienes estaban en circunstancias similares: “Si hemos sido capaces de educarnos a nosotros mismos y desarrollar nuestras facultades, si tenemos acceso a satisfacciones intelectuales y vivir en condiciones materiales no demasiado malas, es porque nos hemos beneficiado, a través de un accidente del renacimiento, de la explotación a que son sometidos los trabajadores y, por tanto la lucha por la emancipación de los trabajadores es un deber, una deuda que debemos pagar. “
Fue por su amor a la justicia, y a modo de expiar los privilegios que había disfrutado, que había renunciado a su cargo, abandonado sus estudios que tanto disfrutaba, para dedicarse a la educación de los trabajadores de San Petersburgo y a la lucha contra el despotismo de los zares. Alentado por estos mismos sentimientos se sumo posteriormente a la Internacional y aceptó las ideas anarquistas. Por último, entre las diferentes interpretaciones del anarquismo el eligió e hizo suyo el programa comunista-anarquista que, al estar basado en la solidaridad y el amor, va más allá de la propia justicia.
Pero, como era obviamente previsible, el tenia sus influencias a la hora de plantearse las cosas, cuál iba a ser el futuro y cómo iba a producirse, siguiendo qué tipo de lucha. Como para él, filosóficamente, todo lo que pasa es porque tiene que pasar, el deseado triunfo del anarquismo comunista también iba a ser inevitable, como si del cumplimiento de una ley natural se tratase.
Dado que, de acuerdo con su filosofía de que lo que sucede necesariamente debe ocurrir, así también el anarquismo comunista que deseaba, inevitablemente, debe triunfar, como si por una ley de la naturaleza. Y esto lo liberó de cualquier duda y elimino todas las dificultades de su camino. El mundo burgués estaba destinado a derrumbarse, ya era hora y la acción revolucionaria sólo sirvió para acelerar el proceso.
Su gran influencia como propagandista, así como la derivada de su gran talento, se basaba en el hecho de que mostró que las cosas eran muy simples, tan fáciles, tan inevitables, que los que lo oyeron hablar o leyeron sus artículos fueron inmediatamente encedidos del entusiasmo.
Los problemas morales desaparecieron porque atribuyo a la “gente”, las masas trabajadoras, grandes habilidades y todas las virtudes. Con razón elogió la influencia moral del trabajo, pero no vio lo suficiente claro los efectos deprimentes de la miseria, la corrupción y el sometimiento. Y pensó que sería suficiente suprimir los privilegios de los capitalistas y el poder de los gobernantes para que todos los hombres empezaran de inmediato a amarse como hermanos y a atender a los intereses de los demas como lo harían por los suyos.
De la misma manera no veía las dificultades materiales, o simplemente las aparto. Había aceptado la idea, a la vez muy extendida entre los anarquistas, de que la acumulación de existencias de alimentos y bienes manufacturados, era tan abundantes que, durante un largo período de tiempo no sería necesario preocuparse de la producción; y siempre declaró que el problema inmediato era el del consumo, que para el triunfo de la revolución seria necesario satisfacer las necesidades de todos de inmediato, así como en abundancia, y que la producción debia seguir el ritmo del consumo. De esta idea surgio la de “tomar de los almacenes” ( “Mucchio presanel”), que polularizo y que sin duda es la forma más sencilla de concebir el comunismo y la más propensa a traer las masas a su favor, pero es también la más primitiva, así como el camino mas utópico. Y cuando se le hizo observar que esta acumulación de productos no podía existir, porque los jefes solo permiten normalmente la producción de lo que pueden vender con beneficios, y que posiblemente en el comienzo de una revolución sería necesario organizar un sistema de racionamiento, y presionar por una intensificación de la producción en lugar de recurrir a ayudarse a sí mismos tomando de un almacén, que en el caso sería inexistente, Kropotkin se dedicó a estudiar el problema de primera mano y llegó a la conclusión de que de hecho tal abundancia no existia y que algunos países eran continuamente amenazados por la escasez. Pero recuperó este  pensamiento de las grandes potencialidades de la agricultura con la ayuda de la ciencia. Tomó como ejemplos los resultados obtenidos por los agricultores y los agrónomos pocos dotados en áreas limitadas y señaló las conclusiones más alentadoras, sin pensar en las dificultades que se pondría en el camino por la ignorancia y la aversión de los campesinos a lo que es el cambio, y que en cualquier caso sería necesario mucho tiempo para lograr la aceptación general de las nuevas formas de cultivo y de distribución.
Como siempre, Kropotkin veía las cosas como él hubiera deseado que fueran y como todos esperamos que serán algun día,  él consideraba como existente o inmediatamente realizable lo que debe ser ganado a través de una larga y cruenta lucha.
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En el fondo Kropotkin concebia a la naturaleza como una especie de Providencia, gracias a la cual tenía que haber armonía en todas las cosas, incluidas las sociedades humanas. Y esto ha llevado a muchos anarquistas a repetir que “La anarquía es el orden natural”, una frase con un sabor exquisitamente kropotkiano.
Si bien es cierto que la ley de la naturaleza es la armonía, yo sugiero que uno tendría derecho a preguntarse por qué la naturaleza ha esperado por los anarquistas para nacer, y continúa esperandolos para triunfar, con el fin de destruir los terribles y destructivos conflictos que la humanidad ya ha sufrido.
¿No sería más cercano a la verdad decir que la anarquía es la lucha, en la sociedad humana, contra las disonancias de la Naturaleza?
He hecho hincapié en los dos errores que, en mi opinión, Kropotkin ha cometido- su teoría del fatalismo y su excesivo optimismo- porque creo haber observado los resultados perjudiciales que han producido en nuestro movimiento.
Hubo compañeros que tomaron la teoría fatalista-que eufemísticamente denomianron determinismo- en serio y como resultado perdió todo espíritu revolucionario. La revolución, dijeron, no se ha hecho, sino que vendrá cuando el tiempo este maduro para ello, y es inútil, no-científico, e incluso ridículo tratar de provocarla. Y armados con tales razones de peso, se retiraron de la circulación y se ocuparon de sus propios negocios. Pero sería un error creer que se trataba de una excusa para retirarse de la lucha. He conocido a muchos compañeros de gran coraje y valor, que se han expuesto a grandes peligros y que han sacrificado su libertad e incluso su vida en nombre de la anarquía, mientras estaban convencidos de la inutilidad de sus acciones. Han actuado por repugnancia  hacia la sociedad actual, con animo de venganza, por desesperación, o por el amor al  gran gesto, pero sin pensar en servir a la causa de la revolución, y por consiguiente sin seleccionar el objetivo y el momento oportuno, o sin preocuparse de coordinar su acción con la de otros.
Por otro lado, aquellos que sin preocuparse por la filosofía han querido trabajar por y para la revolución, han imaginado los problemas como mucho más simples de lo que son en realidad, sin preveer las dificultades, y prepararse para ellas … y debido a esto nos hemos visto impotentes, incluso cuando hubo oportunidad de una acción eficaz.
Que los errores del pasado sirvan para enseñarnos a hacerlo mejor en el futuro.
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He dicho lo que tenía que decir.
No creo que mis criticas hacia él puedan disminuir a Kropotkin, la persona, que sigue siendo, a pesar de todo, una de las luces brillantes de nuestro movimiento.
Si son justas, servirán para demostrar que nadie está libre de errores, ni siquiera cuando está dotado de la inteligencia y el corazón generoso de un Kropotkin.
En cualquier caso, los anarquistas, siempre encontrarán en sus escritos un tesoro de ideas fértiles y en su vida un ejemplo y un incentivo en la lucha por todo lo que es bueno.

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